Carta de Agradecimiento

Llegué al consultorio de Adri con un problema bastante especifico (y otros agregados): No podía sentarme a estudiar y no podía rendir exámenes orales sin morir de los nervios (una semana antes ya estaba bloqueada pensando en el momento de presentarme y con síntomas físicos de estrés).

Hacía años que me costaba estudiar y rendir, y a pesar de haber buscado ayuda antes, incluyendo psicólogos, no lograba mejorar. Así, por recomendación de gente, llegue al consultorio y empezó nuestro camino juntas.

Primero: un objetivo. A pesar de los tropezones, no me faltaba mucho para recibirme; así que mi objetivo era recibirme lo antes posible. Ese objetivo mutó a… recibirme lo MEJOR posible, es decir, no padeciendo y a los tropezones, sino consiente de que la carrera la elegí yo y volviéndome a enamorar de eso que me apasiona desde que tengo 4 años.

No fue fácil. Requirió de mucho tiempo, mucha paciencia, un par de llantos, muchos nervios, mucho hablarlo y volverlo a hablar y verlo desde muchos ángulos. Me enfrenté en el camino a algunas cosas no muy lindas de mí, descubrí que esos “extras” que llevé a terapia también tenían que ver con por qué no podía rendir, de donde venía el miedo. Lo peor igual, fue la parte de: “las fobias solo se vencen de una forma… enfrentándolas”.  Por un corto tiempo, y con eso en mente, mi tarea era presentarme a rendir. No importaba lo que creyera saber o no saber o si me parecía que había estudiado lo suficiente… tenía que ir, sentarme y hablar. Muchas veces no me presenté (y Adri nunca me hizo sentir mal al respecto, solo me alentó y lo hablamos como ya habíamos hecho mil veces), otras fui, y me fue mal… y comprobé lo que ella me dijo todo este tiempo: “nada pasa si te va mal”, y fue de las veces que más aprendí… y un día mágico pasó: fui, con muchísimos menos nervios que al principio, me senté y… hablé. Hablé con el docente como si fuera mi par, le discutí, pelee puntos de vista, dí opiniones… y no se me movió un pelo. No mire al piso, no me miré las manos, no hablé bajito, no me quedé callada porque no estaba segura… HABLÉ. Y fue la mejor sensación del mundo. Y cuando le conté a Adri, me felicitó muchísimo, me dijo que estaba orgullosa, y me abrazó y me sentí tan bien de que todo su esfuerzo (y el mío) hubiesen rendido frutos…

Desde ese momento, no es que no reprobé más un examen, solo no me dio tanto pánico ir. Y reprobé porque realmente no sabía lo que me preguntaban, no porque me autoboicoteara. Y fueron muchas, MUCHAS, más las veces que me presenté y aprobé… porque sabía, estudiaba, me preparaba (eso nunca fue de otra forma) pero confiaba en mi trabajo y lo demostraba.

Como los obstáculos nunca tienen una sola forma, hasta ese momento mi némesis eran los exámenes orales, pero claro: Eso ya lo sabía hacer más o menos bien. Entonces llegó el siguiente desafío: Preparar un caso clínico para exponer en frente de todos mis compañeros y varios docentes (con Presentación de Power Point incluida). Decir que pensé que se iba a congelar el infierno antes de que lo pudiera hacer, era poco. Pero no era el momento de aflojar… era el último tramo y ya con Adri habíamos trabajado un montón para que yo me superara.

Preparé un caso clínico que (después me enteré) ni mi tutor consideraba bueno. Y funcionó. Hablé alto, claro, con confianza y me felicitaron un montón (incluso por haber mostrado una buena actitud postural y por haber presentado tan bien mi caso).

De más está decir que cumplí mi objetivo con creces.

Me pasaron cosas hermosas desde que empecé a trabajar con Adri, y hacia el final de la carrera ya tenía el alta clínica, pero igual le contaba de mis logros y ella siempre me felicitaba y me decía que estaba orgullosa, y yo disfrutaba de compartirlo con ella. Sé que nunca voy a poder expresar realmente todo lo agradecida que le estoy por el esfuerzo, la perseverancia y la confianza que puso en mí, y como me alentó cuando creí que no podía y dudaba de mi misma. Ni puedo explicar la felicidad que sentía cuando ella se ponía contenta por mí y compartía mi alegría, aunque fuera virtualmente.

Hoy ya hace un año que me recibí, y me encuentra en el otro lado del mundo (literalmente, estoy escribiendo esto desde Nueva Zelanda), y lo que aprendí trabajando con ella me llevó muy lejos… a mi primer trabajo como profesional (tanto en la búsqueda como en el trabajo en sí), y también a conseguir trabajo y comunicarme con seguridad y claridad acá.

Realmente, siento que lo que me brindó va mucho más allá de las paredes del consultorio, y que lo que trabajamos nuestro tiempo juntas es solo la punta del iceberg. Y no tengo forma de retribuir semejante cambio más que agradecerle de todo corazón y dedicarle mis pequeñas victorias para que lo sepa: Me cambió la vida.

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